Volviendo a la memoria, el autor muestra sus tres procesos esenciales: codificación, almacenamiento y evocación. Del almacenamiento ya he hablado antes cuando decía que el nuevo contenido debe afianzarse en nuestros conocimientos previos, pero, ¿cómo sabemos si esta conexión ha funcionado y cómo podemos potenciar su almacenamiento? Practicando la evocación.
Atención qué curioso:
Cuando practicamos la evocación, sobre todo las primeras veces, podemos quedarnos con una sensación de frustración: enseguida nos percatamos de lo poco que sabemos. Por el contrario, releer la lección nos provoca una complaciente sensación de saberla, aunque ello no es más que una ilusión.
Realmente, cuando nos hemos puesto a memorizar e interiorizar de verdad, en mi caso por lo menos, he dado mil vueltas por la habitación contándole a las paredes todo lo que sé. ¿Y cuántas veces habéis expuesto el tema a un familiar o amigo/a? Sin duda, evocar la información es de los procesos más efectivos para la memoria. Eso me hace pensar que tenemos que enseñar a nuestros alumnos esta estrategia a la hora de estudiar contenidos, porque es muy diferente tener la sensación de saber algo a poder explicarlo o ponerlo en práctica. Y no solo evocarlos, sino también «emplearlos».
¡Cuidado! Tampoco tiene sentido dedicar únicamente un día entero a evocar la información. La repetición es efectiva cuando se realiza de manera espaciada en el tiempo (práctica espaciada). Si dejamos que lo aprendido se nos olvide un poco y entonces lo practicamos de nuevo, el aprendizaje se hará más duradero. Igualmente, la práctica que se realiza durante una misma sesión también es más efectiva cuando se realiza entrelazada, esto es, alternando los objetos de aprendizaje en vez de insistir en cada uno persistentemente hasta dominarlo, antes de pasar al siguiente.