La motivación, para mí, es algo esencial en el aprendizaje. Fue mi primer interés a investigar y curiosear cuando me propuse «cambiar» y crecer como maestro. Además, es la base de la gamificación, una de las herramientas que más he trabajado.
Este apartado del libro me resultó bastante familiar, pero siempre se aprende algo más. Destaco los factores que determinan la motivación: el valor subjetivo y las expectativas.
El valor subjetivo es la importancia que el estudiante da al aprendizaje propuesto, lo que dependerá su interés y motivación. Existe un valor intrínseco donde el alumno muestra interés por el placer de aprender y otro extrínseco, es decir, por el deseo de recibir la recompensa que conlleva cumplir ese aprendizaje (por ejemplo, las calificaciones). A su vez, el autor habla de interés individual, donde el alumno se motiva por sí mismo, y el interés situacional, donde interviene la forma y planteamiento del docente de mostrar el objetivo de aprendizaje.
En muchas ocasiones, los docente pensamos que el alumnado debe tener un interés intrínseco por el aprendizaje, porque es bueno para él y porque le beneficiará en el futuro. Y, quizá, desde un inicio no le encuentren esa satisfacción. La motivación extrínseca puede ser un buen recurso para darle a conocer el tema en cuestión y, quién sabe, apasionarle en un tiempo. En mi caso, no siempre (cuando era joven) he disfrutado estudiando música y practicando mi instrumento. Más bien me vinculaba el valor extrínseco de poder compartir momentos con mis amigos en la banda y de tocar en un grupo musical. La motivación extrínseca no siempre tiene que darse con recompensas económicas o materiales.
Las expectativas que mostramos ante una tarea también conducen nuestra motivación. Cuando el estudiante se enfrenta a una tarea de aprendizaje, inmediatamente emite juicios de valor sobre su propia capacidad para completarla con éxito. No nos gusta el fracaso, por lo que si las expectativas son negativas, seguramente no dediquemos el esfuerzo necesario para superar la tarea. De este modo, no duele tanto el error. ¿Te imaginas hacer un gran esfuerzo y luego fracasar? Este hecho disminuye bastante nuestra motivación. En este sentido, hay que tener en cuenta los dos tipos de expectativas que menciona el autor en el libro. Serán las expectativas de eficacia las que valorarán si el alumno tiene capacidad, o no, de superar la tarea y, por otro lado, serán las expectativas de consecución las que permitan al alumno afrontar la tarea con convicción gracias a unas estrategias o pasos que les hayamos dado para superarla.
¿Cómo potenciar el valor subjetivo? Héctor Ruíz nos menciona algunas acciones:
- Facilitar la comprensión de lo que se aprende.
- Emplear ejemplos o contextos conectados a los intereses de los estudiantes.
- Demostrar la propia pasión por lo que se enseña.
- Exponer explícitamente la importancia de lo que se va a aprender.
- Conectar lo que se aprende con contextos o ejemplos donde se refleje su utilidad.
- Realizar actividades que trasciendan el aula.
¿Y cómo mejorar las expectativas?
- Ajustar el nivel de dificultad.
- Ofrecer oportunidades de éxito tempranas.
- Facilitar claves sobre cómo afrontar la tarea.
- Explicitar los objetivos de aprendizaje y proporcionar rúbricas.
- Alinear las actividades de aprendizaje con la evaluación.
Simplemente las menciono porque, así, ya tienen mucho significado para mí. En el libro queda todo explicado fantásticamente.