Saltar al contenido

¿Competitividad o cooperación?

Duración de lectura: 3 min.

¿Qué valor se fomenta más en la formación de un músico?

En el mundo de la música, en general, siempre ha existido competitividad y lucha de egos. Algunas personas la desarrollan más que otras y “viven” en una constante comparación con el resto de instrumentistas.

 

Es curioso cuando nos encontramos con un arte donde su principal engranaje es la cooperación y la unión de las personas para ofrecer un mismo producto.

 

Pero, ¿qué elemento se fomenta más en la formación de un músico?

A veces, en los conservatorios y escuelas de música se transmiten unos valores y creencias (a menudo de forma inconsciente) que desvirtúa, en mi opinión, la esencia de la práctica musical: compartir, conectar y transmitir. Por norma general, un músico acabará tocando en un grupo con más personas. Entonces, ¿por qué se omite el trabajo conjunto, los valores de equipo y la capacidad de conectar con otros?

 

Cuando entramos a formar parte de una agrupación musical, nuestro cerebro tiene una realidad muy distinta a la necesaria en un equipo y entran en conflicto determinadas creencias que han sido forjadas día a día. Y no es de extrañar, porque en esa formación, solo se han trabajado las capas más superficiales de la persona. Me explico.

Robert Dilts, uno de los impulsores de la PNL (Programación neurolingüística), habla de los llamados niveles neurológicos del ser humano, una especie de capas con las que conectamos el mundo con nuestro ser a través de nuestro comportamiento y nuestros pensamientos.

 

Los niveles neurológicos son:

  • Entorno, lo que me rodea, el conservatorio, mi agrupación…

  • Comportamiento, mis actos, mi actitud, emociones y expectativas. Lo que hago, pienso y siento.

  • Aptitud, capacidades, competencias, aquello que sabemos o no sabemos hacer.

  • Valores y creencias, criterios, normas, convicciones.

  • Identidad, yo, yo 2 (voz interior), necesidades, motivaciones, egos.

 

Estos niveles están cubiertos por nuestra propia visión de nosotros mismos y la relación entre cada uno y el mundo pasa por estos niveles.

Como decía, normalmente en la formación de un músico solo se profundiza hasta su aptitud, su talento (A veces ni eso. Simplemente se parte de la expectativa que el profesor o profesora exija sin tener en cuenta a quién tiene delante ni sus características). Por lo que obviamos el trabajo mental y nuestra identidad como personas y músicos.

 

Esto provoca, en mi opinión, que aparezcan, por un lado, músicos frustrados y alto índice de abandono en estudios musicales; y, por otro, “copias” de otros músicos al carecer de identidad.

Por eso, es importante una formación musical holística que profundice hasta el núcleo del ser y crear una red neuronal sólida basada en experiencias, aprendizajes y vivencias que potencien el crecimiento personal y musical.

De esta forma, cuando el o la músico pertenezcan a una agrupación musical, contribuirá a ella desde una realidad rica, abierta y flexible, donde su aportación sume al grupo y lo empuje a seguir creciendo, donde se sienta importante y necesario, y donde sea consciente de que tiene un lugar y una función esencial dentro del grupo.

 

Suelo relacionar, a menudo, la banda con un puzzle, donde cada músico es una pieza importante que contribuye al resultado final. Cada músico, con sus características, instrumento, voz y partitura son esenciales para engranar una pieza musical.

 

Igual de importante es el clarinete 3º y el 1º, la trompa 4ª y la 1ª, la flauta 2ª y 1ª… 

 

El lugar no determina tu calidad o nivel musical.

 

Pero otro día hablaré de eso.

Fuentes: “El poder de la palabra” y “Cómo cambiar creencias con la PNL” – Robert Dilts